La inflamación

Se ha hinchado y se ha puesto rojo. Quema al tacto. Y duele horrores. Diana masculla mientras se desinfecta el dedo gordo del pie con agua oxigenada. Ayer se clavó un vidrio mientras caminaba descalza por la playa; no le dio mucha importancia y siguió disfrutando del día. Pero parece que la herida se infectó, porque el dolor ha ido en aumento. Como respuesta, su dedo se ha inflamado.

Por la cara de Diana se puede intuir la clase de pensamientos que está dedicando en estos instantes a todo aquél que en algún momento de su vida haya tirado una botella de vidrio en la arena de la playa.

Por la cara de Diana se puede intuir la clase de pensamientos que está dedicando en estos instantes a todo aquél que en algún momento de su vida haya tirado una botella de vidrio en la arena de la playa.

La inflamación es un mecanismo que tiene nuestro cuerpo para defenderse y reparar daños, tanto exógenos como endógenos (en el caso de Diana, el agente dañino es exógeno, ya que se trata de bacterias). Es, por lo tanto, un proceso benigno en la mayoría de los casos, pero en ocasiones puede descontrolarse y causarnos problemas. Bastante serios, de hecho. En esta entrada nos centraremos en el rol defensivo de la inflamación, tomando como ejemplo la respuesta inmune contra una infección bacteriana.

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Antibióticos (II): las bacterias contraatacan

En la última entrada estuvimos hablando de cómo funcionan y de cuán fabulosos que son los antibióticos. Hoy veremos la otra cara de la moneda: la resistencia por parte de las bacterias.

Datos preocupantes

Los antibióticos han sido un arma casi milagrosa contra las infecciones bacterianas, pero, como cabía esperar, el enemigo no se dejará aplastar así como así (y menos tratándose de bacterias). Si las cosas siguen como están, la resistencia a los antibióticos será uno de los grandes problemas que tendremos que enfrentar en este siglo. En abril de este año, la OMS publicó un informe sobre resistencia a antimicrobianos [1] en el que se recogen unos datos escalofriantes: cada vez hay más bacterias resistentes a uno o varios antibióticos. De hecho, hay algunas que son resistentes prácticamente a todos los antibióticos que podrían acabar con ellas. Además, en muchos lugares los patógenos resistentes son responsables de una importante proporción de las enfermedades infecciosas. Por ejemplo, en ciertas regiones el 80% de las infecciones de por Staphylococcus aureus (una bacteria que puede causar infecciones cutáneas y septicemias) están asociadas a cepas resistentes a la meticilina, un antibiótico de la misma familia que la penicilina.

¿De dónde salen las bacterias resistentes?

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Antibióticos (I): el arma definitiva contra las infecciones (o eso pensábamos)

Todos estamos familiarizados con los antibióticos, y seguro que os han sacado de apuros más de una vez. Faringitis, gastroenteritis, infecciones de orina… No debemos temerles si tenemos un buen antibiótico a mano. Ahora bien, ¿qué son exactamente los antibióticos? ¿De dónde proceden? ¿Cómo funcionan? ¿Tienen alguna limitación? Hoy daremos respuesta a estas preguntas.

Un arma prestada

Un antibiótico es una sustancia que tiene la capacidad de matar o frenar el crecimiento de bacterias [a], y que es producido por otros microorganismos. Sí, sí, lo que leéis: existen algunos microorganismos (como el hongo Penicillium notatum o la bacteria Streptomyces griseus) que se dedican a fabricar sustancias que emplean para dejar fuera de combate a otros competidores microbianos. Por lo tanto, los antibióticos no son un invento humano; podemos decir que nos hemos aprovechado del armamento natural de estos microorganismos en nuestra particular guerra contra las bacterias patógenas.

Sin embargo, hay que decir que también existen sustancias microbicidas sintéticas. Es por eso que existe el término antimicrobiano, que engloba tanto los antibióticos como otros microbicidas sintéticos. De hecho, la mayoría de antimicrobianos usados hoy en día son sintéticos o modificaciones sintéticas de antibióticos naturales.

Un poco de historia

Alexander Fleming fue el primero en describir los efectos de la penicilina en las bacterias, allá en el  año 1928 [1]. El investigador escocés estaba trabajando con cultivos de bacterias llamadas Staphylococcus, cuando por casualidad una de las placas que usaba para cultivarlas se contaminó con un hongo. Fleming observó que las bacterias que rodeaban al hongo se estaban muriendo. Gracias a su perspicacia, dedujo que ese hongo, Penicillium notatum (del mismo género que el moho que crece en las naranjas), producía una sustancia que mataba a las bacterias, y la bautizó con el nombre de penicilina.

Recreación del descubrimiento de la penicilina por Fleming. Las bacterias se pueden cultivar en el laboratorio en placas que contienen un medio de cultivo gelatinoso (es decir, comida para bacterias). Crecen formando colonias (visibles a simple vista) encima de esta especie de gelatina. Las placas tienen que estar tapadas siempre que sea posible, porque si no sucede lo que le pasó a Fleming: se contaminan con las esporas que hay en el aire y crecen hongos dentro (también les gusta la comida para bacterias). Aunque en este caso el hongo fue bienvenido.

Recreación del descubrimiento de la penicilina por Fleming. Las bacterias se pueden cultivar en el laboratorio en placas que contienen un medio de cultivo gelatinoso (es decir, comida para bacterias). Crecen formando colonias (visibles a simple vista) encima de esta especie de gelatina. Las placas tienen que estar tapadas siempre que sea posible, porque si no sucede lo que le pasó a Fleming: se contaminan con las esporas que hay en el aire y crecen hongos dentro (también les gusta la comida para bacterias). Aunque en este caso el hongo fue bienvenido.

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Asaltantes microscópicos: bacterias, virus y demás bichejos indeseables (o no)

Hoy vamos a hablar de uno de mis temas favoritos: la microbiología. Esta rama de la biología estudia los organismos que son demasiado pequeños para ser vistos a simple vista, aquellos que sólo podemos ver mediante un microscopio (y en algunos casos con dificultad): los microorganismos, también conocidos como microbios.

Hablaremos, pues, de microorganismos procariotas (sobre todo bacterias) , virus y microorganismos eucariotas.

Microorganismos procariotas

Si el lector ha leído el post La célula por dentro, recordará que los organismos procariotas son microorganismos unicelulares, sin núcleo, y con una estructura muy sencilla en comparación con los eucariotas.

Estructura interna de un travieso procariota.

Estructura interna de un travieso procariota.

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